El mayor exportador de petróleo es Arabia Saudita, un país inmensamente rico donde el 20% de su población es pobre, gobernado desde hace décadas por una monarquía megamillonaria, autoritaria y corrupta. Los economistas llaman a ese fenómeno “la maldición del petróleo”.
En los años 60, el hallazgo de grandes yacimientos gasíferos en los Países Bajos provocó un boom del gas natural, pero también un desbarajuste que terminó perjudicando las exportaciones no gasíferas, lo que dio origen a otro término económico: la “enfermedad holandesa”.
En 1968, en Noruega, se descubrieron grandes yacimientos petrolíferos en el Mar del Norte. En aquel momento casi uno de cada cuatro noruegos era pobre. Hoy es el primer exportador europeo de crudo, el índice de pobreza alcanza allí apenas al 0,5% (en su mayoría son inmigrantes recién llegados). Además, es el cuarto país con menor brecha entre ricos y pobres, y con los ingresos del crudo se formó lo que es hoy el mayor fondo soberano del mundo, de 1,3 billones de dólares (igual al PBI anual de Australia).
El “padre” de este fenómeno no es un noruego criado en los valores de la austeridad luterana, sino un inmigrante, Farouk al-Kasim, que conoció de cerca “la maldición del petróleo” en su Irak natal.
En mayo de 1968, con 33 años, Al-Kasim llegó a Noruega, el país de origen de su esposa, en la búsqueda de un tratamiento médico para su hijo con parálisis cerebral. Como no tenía empleo, este geólogo que en Basora y en Kirkuk, Irak, había tenido una ascendente carrera en la industria petrolera, fue al Ministerio de Industria en Oslo y pidió un listado de empresas para presentar su currículum. Pero, cuando vieron sus antecedentes, lo contrataron en el propio ministerio para ayudar a interpretar los auspiciosos datos sobre yacimientos en el Mar del Norte. En todo el gobierno había entonces solo tres funcionarios que estaban comenzando a formarse en el tema del petróleo.
“Cuando examiné los datos de los 13 pozos perforados en la parte noruega del Mar del Norte, junto con los numerosos estudios sísmicos, me convencí de que Noruega tenía un gran potencial petrolífero”, recordó Al-Kasim en una entrevista publicada por el diario “La Nación”, desde Stavanger, Noruega, luego de cumplir 88 años.
Bajo la guía de Al-Kasim, que fue quien asesoró sobre las normativas para evitar tanto la “maldición del petróleo” como la “enfermedad holandesa”, Noruega se convirtió de la noche a la mañana en una superpotencia en hidrocarburos. Hoy es uno los diez mayores exportadores de petróleo y el cuarto exportador de gas natural. En mérito a su trayectoria y sus aportes, el rey Haraldo lo nombró en 2012 Caballero de la Real Orden Noruega.
Aunque bien podría serlo, Al-Kasim no es un excéntrico magnate petrolero ni nada parecido. Adoptó el gusto por la sobriedad de su país adoptivo, cultivó el bajo perfil, son escasas las entrevistas periodísticas que ha concedido, y una búsqueda en Internet aporta pocos datos sobre su invalorable trayectoria, señala la nota de Rubén Guillemí.
El trabajo en una cabaña
Ya en 1971, en línea con ese estilo de trabajo austero, cuando el gobierno noruego le encargó que redactara el marco de la normativa legal e institucional que tendría en el futuro la industria del petróleo, se encerró con un abogado del ministerio en una cabaña cercana al fiordo de Oslo, donde sentaron los fundamentos que se estudian hoy en las principales universidades de todo el mundo sobre cómo gestionar de forma exitosa los ingresos de un país rico en recursos naturales.
“Tras el descubrimiento del yacimiento de Ekofisk, en el Mar del Norte, el Parlamento noruego llegó a un acuerdo multipartidario sobre los ‘diez mandamientos del petróleo’. Con esas líneas directrices nos fuimos durante una semana a una cabaña para darle forma a las medidas concretas. Cada tanto, para distraernos, salíamos en el bote a pescar. Ahí hablamos, por ejemplo, de la creación de una compañía petrolera nacional Statoil, 100% propiedad del Estado. La empresa participaría directamente de las operaciones en la plataforma continental, pero competiría y cooperaría con otros licenciatarios. Para garantizar una competencia libre y constructiva, propusimos que Statoil fuera tratada en igualdad de condiciones con cualquier otra empresa nacional o internacional”, explicó Al-Kasim.
La segunda decisión que surgió en aquella cabaña fue la creación de una agencia reguladora, la Dirección Noruega del Petróleo (NPD), que garantiza el cumplimiento de las leyes de ese sector que aporta hoy el 28% del PBI noruego. La institución depende de dos ministerios: el de Industria, en lo relativo a la gestión de los recursos, y el de Asuntos Locales, en lo referente al control de la salud, la seguridad y el medio ambiente. Esto último es particularmente importante porque Noruega es una potencia petrolera pero también líder mundial en ecología. En 2020, el 75% de los autos vendidos en el país escandinavo fueron eléctricos.
Pero la “estrella” de la industria petrolera noruega es su Fondo Soberano, billonario en dólares, en un país de apenas 5,3 millones de habitantes.
La filosofía ideada entre otros por Al-Kasim para esta reserva, que prácticamente está fuera del alcance de los gobiernos de turno y sus urgencias, es el secreto de su éxito: austeridad y ahorro para asegurar el futuro.
A este fondo van a parar los impuestos, pago de licencia y otros ingresos procedentes de la industria petrolera. Pero el uso de ese dinero tiene una limitación: el gobierno solo puede disponer de alrededor del 3% de los valores del Fondo para mejorar el nivel de vida de la gente. “Eso era muy poco dinero en los comienzos. Pero hoy es una suma enorme. De hecho, el gobierno suele reintegrar al Fondo el excedente de sus gastos”, señaló.
La experiencia noruega
En cuanto a “exportar” la filosofía de su país adoptivo a otras naciones, Al-Kasim experimentó en carne propia las dificultades de ese intento. Después de la caída del régimen de Saddam Hussein en 2003, el gobierno iraquí le encargó la redacción de las bases legales para el resurgimiento de la industria petrolera de su país natal. Pero con maniobras políticas alteraron el borrador de Ley del Petróleo y el experto terminó repudiando los cambios.
“El mayor obstáculo es la naturaleza humana”, dijo. “Hay que ser capaces de resistir la codicia. Y es difícil contener el desarrollo petrolífero cuando el país está hambriento de ingresos. Pero la moderación es esencial para el éxito en el largo plazo. Hay que evitar el despilfarro de las ganancias o, lo que es peor, un shock por el súbito aumento de ingresos. Ese dinero debe ser utilizado en beneficios duraderos para todo el país y el bienestar social mediante una buena planificación de la capacidad de exportación en todas las áreas”.
Al-Kasim expresó luego lo que parece un trabalenguas, pero él lo considera la “primera lección” para el manejo de ingresos. “Hay que usar las ganancias del negocio petrolero para crear otras industrias que bajen la dependencia del petróleo”. Para él, aunque el descubrimiento de nuevos yacimientos de crudo es esa especie de billete de lotería ganador que todos los países quieren conseguir, “cuando uno se acostumbra a vivir básicamente del petróleo descuida inevitablemente las otras áreas de la economía”.
En cuanto al debate sobre estatizar o privatizar la industria no lo ve como una opción de blanco o negro.
“Muchos países nacionalizaron sus empresas para liberarse de las garras de las grandes compañías internacionales. Pero luego vieron que necesitaban abrirse a la experiencia de esas compañías sobre una base competitiva. La clave no es privatización o estatización, sino que haya un Estado que defienda los intereses y recursos nacionales por encima de las cuestiones puramente económico-empresarias”, dijo.
Consultado sobre qué hacer con Vaca Muerta, Al-Kasim dijo que no conoce en detalle la situación y expresó que “por un lado, el costo de la extracción del petróleo de esquisto es mucho más elevado que el de los yacimientos convencionales. Y por otro, los mercados están hoy inestables debido a las condiciones imperantes en el mundo. Esto va a desalentar a las compañías internacionales para invertir en Vaca Muerta”, opinó.
“Pero básicamente, creo que la Argentina debe pensar en el largo plazo y evaluar cómo administrar Vaca Muerta como reserva estratégica que asegure al país el acceso a los combustibles durante la transición hacia energías limpias. Estoy convencido de que hay que sustituir el petróleo por energías limpias lo antes posible. Pero debemos ser realistas: este proceso va a ser más largo de lo esperado y es la responsabilidad de cada país asegurarse la transición”, indicó (Publicado en “La Nación”).
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